La filosofía estoica tuvo una notable influencia muchos siglos después de su desarrollo. En los siglos XVI y XVII hay en Europa un riguroso renacimiento de doctrinas estoicas que influirán en Descartes, Kant y Hegel.
Los estoicos redujeron las cuatro causas aristotélicas a dos únicos principios:
1. Un principio pasivo: la materia
2. Un principio activo: el logos universal.
El Logos no es inmaterial sino de naturaleza corpórea. Sólo es real lo que actúa o padece una acción y como sólo un cuerpo puede actuar o padecer, todo lo real es corpóreo. La doctrina estoica es estrictamente materialista. La materia carece de cualidades y es pasiva, siendo equivalente a la materia prima aristotélica.
El principio activo es simultáneamente causa eficiente y también, en cierto sentido, causa formal de cuanto acontece ya que contiene las "semillas" a partir de las cuales se desarrollan todas las cosas. Solo falta la causa final aristotélica.
El principio activo (razón universal, fuego activo y artista que rige y produce todo y todo lo penetra, es llamado "Dios". EL universo es, por tanto, un Todo animado y divino, lo cual se corresponde con una visión pantentista del universo.
Nada escapa a la ley inmanente que rige el Todo porque los acontecimientos están determinados por una cadena causal inexorable. Esa "necesidad" que rige el cosmos, es llamada destino o providencia pero no se corresponde con el Hado ciego de la Mitología griega, es un orden necesario, pero absolutamente racional. Para los estoicos no hay actos malos en sí mismos, sino que el mar moral reside en una privación del recto orden en la voluntad humana. Los contrarios se implican: no puede entenderse la justicia sin la injusticia.
Los estoicos prestaron gran atención a los problemas de la conducta. El fin de la vida, la felicidad, consiste en alcanzar la virtud en sus sentido estoico (vivir conforme a la Ley de la naturaleza). Para el hombre, dado que el universo está regido por una Ley Natural, conformarse con las leyes del universo en sentido amplio y adaptar su conducta a su propia naturaleza esencial a la razón, forman una unidad. Para los primeros filósofos estoicos, se trata pues, de una “Naturaleza”, más adelante, la concebirían desde un punto de vista antropológico. Pero de todas formas, vivir conforme a la naturaleza significaba atenerse al principio que opera en ella del cual no se excluía el alma humana.
En Séneca se observa ya una doctrina moral práctica. El estoicismo es valorado por lo beneficios que sus principios son capaces de conferir al estado mental de un hombre y a la conducta de su vida.
Para Diógenes Laerecio la virtud supone vivir de acuerdo con la naturaleza que en el caso del hombre se entiende como una vida conforme a la razón ya que el hombre es un ser racional que tiene el privilegio de conocer las leyes naturales ya aceptarlas concientemente. El hombre es pues libre para poder cambiar su actitud interior.
Ninguna acción es de por sí buena o mala, el determinismo no deja lugar para esta diferenciación. Solo la virtud es el bien. Lo que no es virtud ni vicio no puede ser considerado bueno ni tampoco malo sino indiferente. Son para los estoicos virtudes cardinales:
- Prudencia
- Templanza
- Fortaleza
- Justicia
Pero la conducta definitivamente virtuosa solo día ser alcanzada por el sabio, absolutamente libre de pasiones.
El placer no podía ser considerado un fin en sí mismo sino un resultado o lo que acompaña una determinadas actividades. Así, un rigurosos idealismo moral caracteriza al primer estoicismo, mientras que más adelante se insistiría más en la noción de progreso, alentando al hombre a transitar la senda de la virtud para mantenerse en ella.
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